Una boda es sinónimo de emociones. Pero la de Rocío y Pedro fue un contínuo un desfile de alegrías, palabras bonitas, cariño, sonrisas y lágrimas de felicidad que contagiaron a todos sus invitados y a nosotros, que fuimos por un día, testigos en primera fila de la definición real de AMOR.
La finca de los Olivos fue el lugar elegido para celebrar el enlace y no podían haber escogido un sitio mejor. Todo fue precioso, desde ellos a cada detalle que adornó la boda. Eso lo que pasa cuando te casas con tu mejor amigo.